lunes, 11 de noviembre de 2013

PAZ INTERIOR.
"Yo hablo y hablo; hago y me muevo; no paro...
Para no pensar, para no verme tal como soy; para aturdirme...
No parar es mi droga para soportar la vida.
Esta noche se me ha ocurrido que debería armarme de valor y...
callar durante un tiempo...
¿Sería capaz de pasar una temporada retirado en la paz de algún desierto... a solas conmigo y con todo el misterio del mundo?
No lo creo, pero sé que lo necesito para crecer."

Lei este texto en un diario asturiano hace unas semanas, lo releí, me impresionó y lo copié.
Los motivos por los que más me llamó la atención son:
- Su autor es poeta y profesor universitario que tiene una página semanal en este periódico.
Suelo leerla y unas veces comparto sus opiniones y otras, no.
- Me parece que tiene un gran valor al confesar algo tan personal.
- Algunas (¿muchas?) personas podemos vernos reflejadas en esa descripción, bien porque la hayamos vivido, porque la estemos viviendo o la veamos en otras personas.
 Simplemente, porque la comprendemos... ¿sí?
- Al final, reconoce la conveniencia de parar, pero no se siente capaz. Esto es importante, en mi opinión.

En el terreno material, a mí me pasa cuando veo que se me acumulan papeles, tareas que quisiera emprender, las que tengo a medio acabar, llamadas pendientes, cosas y cosas y cosas...
Abro un armario, un cajón, una carpeta... y pienso:
"Tendría que pararme y ordenar, reorganizar..."
Pasan los días..., semanas y no veo el momento. Existe, pero no "lo encuentro".
Hasta que, ¡por fin!, un día me mentalizo y empiezo a ordenar. Descubro algún objeto "perdido", papeles escritos por mí que no recordaba, alguna prenda que ya no uso, libros y artículos recortados que tenía intención de leer...
Al terminar, el balance es altamente satisfactorio:
Unas cuantas bolsas para la basura (azul, papel; amarilla, plásticos; negra, orgánica; una cuarta para ropa que tengo que arreglar...).
Estoy despeinada, sin arreglar, cansada, pero ¡CONTENTA!
Admirada, contemplo el efecto tranquilizador del orden y me hago el propósito de intentar mantenerlo.
Algo parecido puede ocurrir en nuestro interior: establecer prioridades, saber a dónde voy y cómo - contando con imprevistos- nos da sosiego.
No descubro nada nuevo; solo comparto una experiencia y confirmo en mí misma lo que dice un sabio autor, que, tras una juventud caótica y con el único objetivo de sobresalir intelectualmente y gozar de los placeres sensibles (resumo), tras varias crisis fuertes, sufriendo y haciendo sufrir, escribió lo siguiente:

 "La paz del cuerpo es la ordenada complexión de sus partes; y la del alma irracional, la ordenada calma de sus apetencias. La paz del alma racional es la ordenada armonía entre el conocimiento y la acción, y la paz del cuerpo y del alma, la vida bien ordenada  (...)

Y la paz de todas las cosas, la tranquilidad del orden.

Y el orden es la disposición que asigna a las cosas diferentes y a las iguales el lugar que les corresponde. " SAN AGUSTÍN, capítulo XIII de su obra Ciudad de Dios.


Os recomiendo la lectura de  las "Confesiones" de san Agustín. Es algo así como su diario.
 ¡Eso sí! en una edición en castellano actual y un poco resumida, pues el original puede resultar - para muchos, entre los que me encuentro- demasiado difícil.

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