martes, 5 de noviembre de 2013

ENCUENTROS AFORTUNADOS.
Esta mañana hice varias "gestiones" y recadinos, antes de una reunión de trabajo a las 12'00.
Por la calle, de repente, vi una cara muy sonriente y cariñosa, que me mira y dice, con enorme afecto:
"¡Tereeesaaaa...! ¡Qué bien estás...!"
Era Maribel. Hacía ¡MUCHO! tiempo que no nos veíamos. Es de esas personas con las que notas una conexión especial, aunque pasen meses sin comunicación.
Una amiga común le había comentado que, desde febrero, estoy peleando de nuevo con "don cáncer".
Se sorprendió al verme con buen aspecto y es lógico.
Lógico, porque muchas veces la propia enfermedad y los tratamientos deterioran, como me ocurrió hace casi trece años.
Hasta ahora Dios ha querido mantener la carrocería bastante lustrosa.. En cambio, los efectos secundarios y el malestar solo los ve, valora y comprende... ¡Él!

¡Me encantó encontrarme contigo, Maribel! Gracias por el cariño y fuerza que me transmitiste.
También que me hablaras de Carmen y su lucha vigorosa, serena y ejemplar con parecido enemigo al mío.

El segundo encuentro afortunado, en este caso programado previamente, ha sido la última reunión con el  grupo de Confirmación (Si te perdiste este capítulo, puedes ver la entrada del 28 de septiembre.)
Prometo - a mí misma y a vosotros- intentar contar algo de las muchas ideas y experiencias interesantes y preciosas que compartimos en ese rato casi "mágico".

El último encuentro ha sido con una chica italiana llamada Chiara.
A mí me ha ayudado una barbaridad. http://es.wikipedia.org/wiki/Chiara_Badano

Chiarabadano.jpg

COPIO UN FRAGMENTO:
A los 17 años, la vida de Chiara cambió.
 Sintió un dolor punzante en el hombro mientras jugaba tenis. Al principio no le dio mayor importancia, pero cuando este dolor se prolongó, se sometió a una serie de pruebas.
Los médicos descubrieron un osteosarcoma.
Su madre cuenta que cuando volvieron del hospital el día de ese diagnóstico, ya en casa, al querer consolarla, le respondió "Por favor, ahora no me hables".
 Su madre quedó esperando a su lado, mientras Chiara estaba acostada, dándole la espalda.
Al cabo de 25 minutos se dio vuelta, miró a su madre con la sonrisa de siempre y le dijo "ahora sí puedes hablarme". Esos fueron los 25 minutos que se tomó para dar su sí a Jesús en esta situación extrema. Después dijo, “Es para ti, Jesús; si tú lo quieres, yo también lo quiero."[2


¡Gracias, Chiara! Quiero ser como tú y reaccionar siempre así.




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