TIEMPO DE OPORTUNIDADES.
Copio artículo publicado esta semana en el diario de mayor difusión de Asturias, escrito por Covadonga Cañal, a la que conocéis por una foto del mes pasado.
Mujer simpática, optimista, madre de familia numerosa.
Sus reflexiones son interesantes
Y
ENERGIZANTES.
FAMILIA, ABIERTO EN VACACIONES
Por fin cerramos la última maleta.
¡Todo un logro! Y lo que aún es más complicado, cerramos el maletero del coche
con todo dentro. Respiramos profundamente y nos ponemos en marcha. ¡Ya estamos
de vacaciones! De repente, nos invade la duda de si se nos olvida algo… ¡o
alguien! Siempre hay un hijo algo despistado… Lo hemos preparado todo desde
hace unos días, pero lo que quizás no hayamos preparado son las vacaciones.
Es importante que notemos el cambio
del tiempo escolar al estival, por lo que habrá que flexibilizar horarios,
cambiar de escenario si se puede, hacer otra serie de cosas que durante el
resto del año no hay momento para ello,… Pero no por eso debemos caer en la
abolición de las normas familiares, el caos por forma de vida y la falta de
control de los planes de nuestros hijos y hacer un paréntesis en nuestra
relación con Dios.
Es tiempo de vacaciones y es tiempo de oportunidades.
Es tiempo para FORTALECER LOS LAZOS
FAMILIARES.
Podemos pasar más tiempo con
nuestros hijos. Es lo que más desean. Que les
escuchemos, valoremos sus
opiniones, conozcamos sus ilusiones y sus sueños podamos ayudarles y tenderles
una mano. Esto no se logra fácilmente. Se necesita tiempo, mucho tiempo… de
pasear, jugar al fútbol o a las cartas, de ir en bicicleta o simplemente a la
compra. Hay que tender muchos puentes para que cuando ellos quieran contar con
nosotros, sepan que estamos ahí. Que nos vean como un “abierto en vacaciones”
ya que durante el curso, esta cercanía es más difícil.
El verano proporciona a los hijos
adolescentes, especialmente a ellos, oportunidades de grandes cambios. Y
nosotros, según nuestra actitud, podemos hacer que sean positivos o permanecer
como espectadores, y encontrarnos a la vuelta de vacaciones, con que nos hemos
traído al hijo de vecino, porque el nuestro no era así.
Hemos de organizar planes todos
juntos atendiendo a los gustos, necesidades, edades de cada uno. Y procurar
implicar a todos para que participen con más interés. Han de comprender que las
vacaciones son familiares. A la vez, han de tener libertad para montar sus
planes con amigos, sin perder nunca nosotros el punto de mira, hablando con
ellos para que nos cuenten con quién han ido, qué han hecho,… más o menos… si
es que no lo sabemos ya de antemano.
Si hay oportunidad, es muy bueno
compartir días de descanso con abuelos, primos,… El estar pendientes de sus
batallitas nos hace ser más generosos, a nosotros y a nuestros hijos. Esto
supone en esfuerzo extra en la convivencia, pero resulta muy enriquecedor y
educativo. Hay que relajarse un poco para evitar roces, ser muy comprensivo,
sin ceder en nuestros principios fundamentales como familia.
Tiempo de educar.
Durante el curso solemos ir con
prisas, mirando el reloj:
para levantarse, para desayunar, para no perder el
autobús, para hacer los deberes, para lavarse los dientes, para ir a la cama
pronto que mañana se madruga… Siempre igual.
En vacaciones, quizás haya más tiempo para reñir, porque estamos todos
en casa, pero por lo menos, lo haremos más relajados, ¡sin mirar el reloj!
Aunque desconectemos del stress del
curso, no podemos perder todo lo logrado durante el mismo, con tanto esfuerzo
como nos ha costado. Habremos mejorado todos como personas, crecido en algún
que otro aspecto, adquirido o aumentado un poquito en alguna virtud, algún hábito bueno... (Puntualidad, orden, amabilidad...)
No los perdamos.
Llegar a septiembre y comenzar de cero, será muy costoso. Para ello,
en casa, en la playa o en donde estemos, tendremos que organizar una serie de
encargos para que todos se responsabilicen de algo, ayuden a los demás y nos
sigamos sintiendo familia. Es bueno un pequeño horario para no perder el tiempo
ni las vacaciones. El día es muy largo. Si nos organizamos, con flexibilidad,
consensuando en la medida de lo posible y las situaciones, habrá tiempo para la
playa, el deporte, los amigos, la siesta, una cañita,…y como no, para Dios.
Los campamentos suelen ser una
buena opción educativa, sobre todo en aquellas fechas en los que los padres aún
trabajan y los hijos ya gozan de sus vacaciones. Les dan independencia, les ayuda a crecer en la
responsabilidad y autonomía; favorece la socialización,… Sólo tenemos que poner
atención en que el ideario de la actividad esté acorde con el de nuestra
familia y que las personas que lo organicen, nos inspiren confianza. Lo demás,
es secundario.
Para los más mayores, existen
muchas actividades de voluntariado, campos de trabajo o similares, que les
hacen salir un poquito de sí mismos. Y cuando vuelven, después de haber ido a
“ayudar a otros”, se dan cuenta de que el favor se lo han hecho a ellos.
Tiempo para nosotros
¿Y por qué no? Hay que
agenciárselas para lograr una escapadita romántica. Echar un poquito de
imaginación y lograr pasar rato a solas el matrimonio. Está al alcance de todos
los bolsillos. Sólo es cuestión de proponérselo. Si se puede hacer un viaje,
fenomenal. Y si no, una cena. Y si no, una cañita. Y si no, una película en
casa solos, pidiendo la tele esa noche, y el resto, a la cocina.
Y hablar: de cuando éramos novios,
de lo que nos reíamos, de lo que nos enamoró el uno del otro, de las tonterías
que hacíamos y volveríamos a hacer,… Y esto, hay procurar hacerlo durante todo
el año
Se trata de fortalecer la unión del
matrimonio. Eso beneficia al resto de la familia. Para que una familia
funcione, antes tiene que funcionar el matrimonio.
Tiempo para Dios
Él no se toma vacaciones, ¡gracias
a Dios! ¿Por qué nos vamos a olvidar nosotros de Él y hacer de nuestra vida de
cristianos un curso académico, una obligación? Si nos mueve el amor que tenemos
a Dios, si forma habitualmente parte de nuestra vida, no podemos guardarle entre
naftalina con la ropa de invierno. El verano no es un tiempo muerto en nuestra
fe. Allá donde vayamos, tendremos que saber que hay Misa los domingos o los
sábados por la tarde. Aunque comamos en chiringuito de la playa, podremos
seguir bendiciendo la comida. No hace falta hacerlo para la terraza entera,
pero si nos ven, tampoco pasa nada y quizás se le recuerde a algún
despistadillo. Si salimos por la noche, a la verbena del pueblo, lo mismo que
no dejamos de lavarnos los dientes al acostarnos, podemos rezar las tres
avemarías,…
En fin, todas esas pequeñas cosas que nos hacen pensar a lo largo
del día que somos hijos de Dios, incluso en verano.
Tiempo para ser
feliz
“Quien necesite descansar de sus
amores es que no sabe amar. El amor es el mejor descanso para el alma y el
cuerpo” leía en una ocasión. Realmente, es el amor el que nos proporcionará esa
felicidad que tanto ansiamos en esta vida. Pero que cuanto más nos esforzamos en
buscarla, menos la logramos. Llegará cuando nos olvidemos de nuestra felicidad
y nos dediquemos a conseguir que los demás la tengan. Si todos ponemos empeño
en ello, pensando en lo que les gusta a los demás -sin olvidar que como
cristianos, de la mano de Dios no nos faltará su ayuda-, podremos convertir
nuestro verano en las mejores vacaciones de nuestra vida.
Jesús quiere venir
con nosotros de vacaciones, al monte o a la playa.
Y lo que es mejor,,,
¡no lleva maleta!