domingo, 12 de abril de 2015

P.B.A.


Acabo de "inventar" un nuevo colectivo (quizá ya esté registrado).
Las siglas corresponden a:
Personas Buenas Anónimas.

¡Hay tantísimas: solidarias, generosas, ADMIRABLES...!

Generalmente son poco conocidas - excepto en su entorno próximo-.
En cambio, nos vemos abrumados por noticias que reflejan el peor lado del ser humano.

Indudablemente, dentro de cada uno de nosotros hay una lucha entre 
el bien y el mal;
 la honestidad o sus contrarios; 
el egoísmo y la generosidad...

A partir de ahí, diferentes factores (genéticos, ambiente familiar, educación...) e influencias van configurando el ser y, dentro de esta, es básica la consolidación de hábitos sólidos, que facilitan a uno mismo la práctica del bien y hacen la vida más agradable a los demás.

Cada uno podemos luchar para que, en nuestra propia vida, triunfe el bien.
No se trata de criticar a los demás y decirles qué deben cambiar.
Soy yo la que, mejorando (aunque sea un poquito), puedo desencadenar pequeños y beneficiosos contagios.


Pues bien, de vez en cuando, en mi blog voy a invitar a alguno de estos PBA.
Sus testimonios nos devuelven la confianza en el ser humano y su capacidad para ser generadores de ESPERANZA y un estímulo para cada uno de nosotros:
vale la pena hacer algo por los demás.
Cada uno según sus circunstancias. No es imprescindible ir lejos, ni hacer labores extraordinarias.
A veces, en la propia familia, en el ámbito cercano, en nuestro trabajo...
Hay tantos padres y madres heroicos, ciudadanos, trabajadores que ven la vertiente de servicio en su labor y procuran añadir un plus de humanidad, repeto, afecto...
INTENTAR SER SEMBRADORES DE PAZ Y DE ALEGRÍA.


Empezamos con una joven periodista, que, tras terminar la carrera en Madrid, y buscar salidas profesionales, ha decidido "darle la vuelta a su vida" y viajar a República dominicana para colaborar en tareas humanitarias con niños.

La llegada fue dura, al comprobar la situación.
Ahora está contenta y los niños felices con ella.



Se llama María y nos va contando su día a día, con unas fotos muy bonitas hechas por ella misma.
www.algoeneltintero.com

Copio una de sus crónicas y algunas de las fotografías.





CON OJOS DE EXTRANJERA


Esperanza, República Dominicana, 10:45 am
El ruido del ventilador a duras penas camufla una bachata proveniente de la casa de enfrente.
 Afuera 28 grados y los rayos de sol rebotan contra el asfalto desgastado intentando atravesarlo. Un jugo de naranja, me calzo mis insustituibles chanclas y salgo a la calle. Dos perros se persiguen ladrando como si fuera el último aliento que les queda, una gallina picotea los restos de palomitas que nos sobraron de la película de ayer y un par de vacas pastan a escasos metros de mi actual casa. Comienzo a andar y los vecinos me saludan amables como cada mañana. Cruzo el camino y llego a la calle siguiente. 
La moto roja y destartalada de Jorge indica que está de servicio (“conchando” dicen por aquí) y que me puede llevar a la Fundación por los habituales 20 pesos. Grito su nombre y sale de su casa con una enorme sonrisa. Una vez en la moto –y por supuesto, sin casco- comienza el trayecto. Una brisa agradable me golpea la cara y los baches del suelo marcan el ritmo del viaje. En los escasos 5 minutos de travesía, varias casas verdes de madera, un niño de unos dos años completamente desnudo tomando un biberón, una mujer con un cubo en la cabeza -probablemente se dirige a hacer la colada- y en las aceras varios puestos callejeros ofrecen desayunos a un módico precio. 
 Ya estamos llegando y puedo ver a varios de mis niños dirigiéndose a pie y por supuesto, solos, al que ya es su segundo hogar. Cuando me ven comienzan a gritar mi nombre y a correr detrás de nosotros. Jorge sonríe de nuevo. 20 abrazos y cinco niños colgados de mí después, comienza la clase. Hoy me toca con Yulisa y Edwin. Matemáticas básicas. ¡Ya estamos aprendiendo a sumar sin tener que dibujar bolitas! Tras 45 minutos suena el timbre y cerramos los cuadernos. Tres enormes cacerolas metálicas esperan en el comedor como cada día de lunes a sábado. Arroz, pollo, aguacate y habichuelas. Para muchos la primera y última comida del día desde ayer y hasta mañana a la misma hora. Pero a nadie aquí le falta energía, ¡de eso hay de sobra! Hasta las 14.10 tenemos tiempo para jugar en el patio. Un poco de fútbol para los mayores, Gali a lo lejos hace rodar un neumático y un grupo de niñas juega con sus adoradas pulseras de goma. Sé que para ellos Joan Rose Foundation es un oasis en su desierto. Los problemas que tienen los dejan a la puerta y los recogen de nuevo a las 17.45pm, al acabar las clases y dar gracias por lo que tienen.
Son las 18.15pm y vuelvo a casa feliz aunque con el corazón un poco roto. La nevera llena, un ventilador para soportar el calor de la noche y una cama cómoda donde dormir. Incluso teniendo significativamente menos de todo lo que tenía en España, la diferencia con ellos sigue siendo abismal.  Y eso duele.


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