martes, 28 de abril de 2015

Capítulo clave.



Hacia el Amor

Ante una misma situación caben actitudes diversas, quizá tantas como individuos.

Desde el principio intenté mantener la serenidad, para poder elegir la mía:
diseñar una estrategia, establecer una forma de actuación...

Una opción es la evasión, total o parcial.
Uno puede intentar escapar, olvidar el problema...

Pero, por mucho que intente esconderlo, engañarse, ¡huir!...

el problema
sigue ahí, 
esperando a que vuelvas.


En realidad, ¿qué es un problema?

Según el Diccionario de la Real Academia Española:
1. "Cuestión que se trata de aclarar; proposición o dificultad de solución dudosa."

Dios tiene soluciones para todo...
 Él ya conoce el desenlace de mi caso,
de nuestro caso: el de cada uno de nosotros. aunque no lo entendamos o
no nos "guste".
La relación con Dios no nos libra de los males ni de sufrir, pero nos ayuda
a aceptarlo y a afrontarlo.

El "problema" surge cuando a veces una persona no está de acuerdo con
Dios y protesta y se rebela y pide el libro de reclamaciones... 
No está de acuerdo con el momento para enfermar o para morir o con el tipo de mal que ha de padecer... 
O, simplemente...

no quiere sufrir. 


El problema para esta persona —puede ser cualquiera, puedo ser yo—
es... ella. 
Mi peor problema puedo ser yo misma.
Puedo ir llenándome de amargura, tristeza..., quizá pensando que en estas circunstancias es lo natural y lógico. 
Puedo ir derramando a mi alrededor
sentimientos, palabras y actitudes negativas.
Entonces habré conseguido crear varios problemas.


Otra definición es:
2. "Conjunto de hechos o circunstancias que dificultan la consecución de un fin".


Mi fin es amar a Dios sobre y en todas las cosas. Hacer felices a los demás
y, apoyada en los dos amores, ser también yo feliz.

El "conjunto de hechos o circunstancias" que rodean una enfermedad — rodeándome a mí— dificultarán o facilitarán la consecución de este fin según
cómo "me las tome": 
si lucho contra corriente, rebelándome, me agotaré y
seguramente no lograré alcanzarlo.
Si me abandono y confío, será diferente; posiblemente mejor, aún sufriendo.

En conclusión: no voy a afrontar este tema —la enfermedad— como un problema.

Ni este ni prácticamente ningún otro: son pocos los problemas auténticos.

Ahora me doy cuenta de la ligereza con que he estado empleando este
término, trivializándolo— "Tengo un problema", "¡Qué problema!"—.

La enfermedad no es un problema, sino una nueva situación en la vida.

Una situación fuera de proyecto, es cierto...

Cuanto antes asuma esta nueva situación..., mejor. Mejor para mí, mejor
para quienes me rodean, mejor para el mundo todo.

Una enfermedad introduce un desorden en la naturaleza, física y sicológica:
es cierto; altera el ritmo normal de la vida.

Yo puedo integrar ese desorden en mi realidad vital, asumiéndolo, consiguiendo así armonía, equilibrio...

A partir de ahora la enfermedad forma parte de mi vida. 
Puede ennoblecer, elevar mi existencia y, desde esa altura, tener una perspectiva más amplia de la realidad.

No me voy a limitar a "pasar" rápidamente por una situación desagradable,
deseando que todo acabe cuanto antes, a resignarme..., simplemente.
(Aunque me tienta esa posibilidad.)

He elegido afrontar esta realidad directamente, abarcarla en toda su plenitud,
adentrarme en ella, ACEPTÁNDOLA.

Y esto me permite descubrir una nueva dimensión de las cosas, recomponer
el valor de cada una, hasta ajustarlo en su auténtica medida.



Pero soy consciente de que sola no puedo, porque asomarme al abismo del dolor me da miedo; me da miedo el cáncer, el enemigo que vive en mi cuerpo y de mi cuerpo, sin que pueda expulsarlo inmediatamente;
un miedo que paraliza y no atiende a razonamientos; un miedo difícil de explicar, que comprenderán quienes lo han experimentado o lo han visto de cerca.

Entonces me agarro a Dios y le pido que me ayude. 

Y Él me eleva por encima del vacío que pretende adueñarse de mi alma.

Desde esa altura y con Él, la realidad, mi relación con el mundo y con los demás, cobran una dimensión trascendente y profunda. 
Y descubro que
tengo paz; que se puede sufrir intensamente y tener paz.

Entonces me doy cuenta de que todo esto no es solo el inicio de una
nueva etapa en mi vida, sino de 

un camino HACIA EL AMOR.

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