jueves, 30 de abril de 2015


ESTRATEGIA. (Capítulo de Hacia el Amor, escrito en 2001)

Como en una guerra que se presume larga o ante una competición deportiva, es conveniente diseñar una estrategia. Unas cuantas ideas clave que sirvan de motor para conseguir la meta: victoria, medalla o curación.

En nuestro caso la meta final es la curación y la mediata —a corto o medio plazo— afrontar el proceso con entereza de ánimo y con el menor grado de sufrimiento evitable.

Lo primero no depende de nosotros; lo segundo, en buena medida, sí.
La "táctica" debe ser sencilla; lo importante es tenerla presente siempre y especialmente cuando las cosas no se ven claras.

Los deportistas profesionales cuentan con un sicólogo que les orienta y estimula. La fuerza mental positiva es el mejor aliado del éxito.

Un enfermo puede ser su propio sicólogo —aunque uno mismo no SIEMPRE se conoce bien— e intentar generar esa fuerza mental positiva.

A propósito de esto leí en la prensa unos consejos para deportistas de un
autor llamado Garfield:
"El estado de rendimiento máximo se caracteriza por el optimismo, por cierta relajación y, sobre todo, por la concentración total en el presente, lo que implica sensación de integración mente y cuerpo...
Se busca una especie de sentimiento de control sin esfuerzo para ejercerlo sin ansiedad, miedo o inseguridad, manteniendo el pensamiento en máxima alerta".

Otra idea interesante y aplicable a nuestra situación es la siguiente: la trampa más maligna es la generación de sentimientos negativos.

Está demostrado: el cerebro es el primer músculo.

El Dr. Ignacio Ventura, especialista en sicología en la competición,
insiste: "Si piensas en negativo, ya le has dado ventaja al rival".

El pensamiento es omnipotente. No es la realidad la que marca la importancia de una circunstancia: es nuestro pensamiento.
"Cuando crees que estás muerto es cuando tienes que tirar arriba con más fuerza"—dice Patxi Fernández, un alpinista—.

La necesidad y las circunstancias extremas dotan al sujeto de una fuerza mental impensables.

Estas ideas se pueden aplicar al deporte de riesgo que supone la lucha contra el cáncer u otra enfermedad.

La diferencia entre ellos y nosotros es que ellos han elegido practicar un deporte, asumiendo los riesgos. 
Nosotros, no.

Lo que está claro es que todas esas teorías son válidas en gran medida para muchas situaciones de la vida.

Depende de cada persona, pero pienso que para algunas puede ser bueno materializar las ideas generales en objetivos concretos, válidos para cada situación.  

Como decía antes, diseñar una estrategia.
La mía es la siguiente:

Metas.
Mantener la paz interior, la estabilidad de ánimo, el equilibrio. ¿Cómo?

Principalmente CONFIANDO EN DIOS.
Intentar no sufrir inútilmente, ni hacer sufrir a mi familia, ni a quienes me rodean.
Saber que algunos días o momentos tendré el ánimo más bajo. Se trata de situaciones pasajeras, naturales en un proceso largo.
 "Estoy en el túnel, lo veo todo negro" —pienso en esas ocasiones—. "Si sigo andando, aunque sea despacio, llegará un momento en que saldré de él".

Contar con "los túneles, precipicios..." y darles salida: llorar, hablar... e intentar ponerles un límite; es decir, impedir que se conviertan en situaciones  crónicas. Decir lo que me pasa, intentar poner remedio, cuando sea posible, pero no quejarme. 
 La autocompasión daña a quien la practica.

Confiar solo en una o dos personas la propia intimidad, sin pretender que más gente me comprenda.

Tener la información necesaria sobre todo aquello en lo que la colaboración propia pueda ser importante.
Renunciar a conocer datos en los que no se pueda influir y que, en cambio, afecten al estado de ánimo.

No autorrecriminarme por alguna cuestión pasada —"Por qué no fui antes al médico..." "Cómo no me di cuenta..."—, ni reprochar a otros por estas o parecidas cuestiones.

 Intentar vivir en presente. No sufrir anticipadamente
por lo que nadie sabe si ocurrirá.
Aceptación teórica de todos los efectos desagradables que puedan presentarse.
No tenerles miedo: ahuyentar ese temor irracional ante lo desconocido, que por otra parte es tan humano. No dejar que entre en mi mente. (Al menos... intentarlo.)


Pensamientos negativos —"¡Qué horror! No voy a poder..." o similares—
EXPULSARLOS, hacer todo lo posible por neutralizarlos con pensamientos positivos.

Otras veces lo que hago es aceptar el miedo:
"Sí: tengo miedo. Es natural; a muchas personas les ocurre. Es propio del ser humano".
El reconocer un sentimiento como algo natural ayuda a desdramatizar.
Por ejemplo, cuando a veces pienso: "Todo esto es horrible", en ocasiones,le hago frente y me digo a mí misma: "Sí: realmente es espantoso".
Después añado: "Y como siga dándole vueltas lo voy a ver más horrible
todavía".

Higiene mental: mantener puntos de interés ajenos a la enfermedad,
desde los más cercanos —familia, trabajo, vida cotidiana, aficiones...— hasta las cuestiones más generales y supuestamente lejanas.
Respecto a la idea de interesarse por los demás, una tentación en contra puede ser la de pensar:
"Bastante tengo con mi situación, como para preocuparme por los
demás".
Pues no: en mi caso —y supongo que en más— la mejor terapia es, no solo interesarme por las preocupaciones y problemas de los demás, sino, cuando pueda, involucrarme en ellas. (Como en todo... midiendo fuerzas).
En la medida de lo posible hacer una vida lo más parecida a la habitual o aceptar el no poder llevarla por limitaciones, fatiga, malestar, etc.
Entretenimiento: charlar, una película (siempre positivos), leer (en general, es frecuente la falta de concentración; así que, según la temporada, solo revistas, prensa...),
televisión, planear un viaje, bailar, reír...
Personalmente, también descanso estando a solas, pensando, escribiendo...
Por temporadas, sufrí pérdida de interés en muchas cosas, por lo que las "visitas" me cansaban. Agradecía la buena voluntad, pero...

Bueno... cada uno hace lo que puede...sin crear falsas expectativas.
Se trata de un tiempo que ayuda a descansar la mente y que facilita afrontar la realidad.
No se puede pretender vivir en una situación permanente de evasión. La vida es algo demasiado grande como para llenarla únicamente de pasatiempos.

(Esta última idea la leí en algún sitio).


Cierto es que hay —o puede haber— momentos de ansiedad e incertidumbre en los que no se encuentra distracción con nada ni nadie. Así es.

Respecto a la propia imagen estética me propuse poner medios para mejorar o contrarrestar lo que la enfermedad deteriora.
Estos elementos (estado de ánimo interior - imagen externa) están relacionados entre sí: como nos encontramos cansados y sin fuerzas, con un aspecto distinto al habitual —menos atractivo—, si no tomamos medidas, corremos el peligro de que afecte a nuestro ánimo.
 "Como estoy cansada y
fea, no me arreglo, ni salgo, ni me relaciono", es una de las trampas.

A veces me miro al espejo —sin pelo, sin cejas, sin pestañas, con llagas en la boca...— y pienso:


"¿Por dónde empiezo?".

Y, después de maquillarme y ponerme en la cabeza un pañuelo bonito, compruebo una vez más que casi todo tiene arreglo o, al menos, muchas cosas son mejorables.

Cada uno tiene sus propios mecanismos. Lo que está claro es que estos proceden del interior.

Cuanta mayor sea la limitación física, más fuertes deben ser los recursos interiores.


No hay comentarios:

Publicar un comentario