lunes, 27 de abril de 2015

HACIA EL AMOR. Capítulos 2, 3 y 4



Primera reflexión

"CADA AÑO SE DIAGNOSTICAN EN ESPAÑA UNOS 150.000 CASOS DE
CÁNCER" leo en la prensa.

Es decir, unos diez mil al mes; ... ¡trescientos al día!
De modo que cada jornada aproximadamente trescientas personas se ven sacudidas por este seísmo existencial; trescientas familias afectadas, conmocionadas...

Al considerar esta idea, me doy cuenta de que el mismo día en que yo recibía el diagnóstico, unas doscientas noventa y nueve personas escuchaban
lo mismo que yo: 
cáncer.

Y que en hospitales de Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia o en cualquier consulta  una mujer joven se angustiaba pensando en
sus hijos; un ejecutivo intentaba controlar su horror; unos padres se miraban con espanto; un anestesista, un empleado de cualquier empresa, un jubilado, personas...

Personas que son padres y a un tiempo hijos, y hermanos y son nuestros vecinos, amigos...; trabajadores, ciudadanos y, por encima de todo, seres humanos. 
Seres humanos que solo aspiran a vivir en paz.

Ese día todos nosotros —los trescientos casos de ese día— mirábamos incrédulos al médico, agarrándonos a la posibilidad de un error, de que todo fuera una pesadilla, un desagradable malentendido...
Porque la mayoría de nosotros, los trescientos nuevos casos de ese día, no pensábamos que un día ibamos a serlo. No imaginábamos que alguna vez ibamos a decir: 
"Tengo cáncer".
Todos, posiblemente, habíamos hablado del tema, a propósito de algún pariente o conocido, de algún reportaje en televisión, de alguna noticia...
Y habíamos hablado o escuchado quizá con cara de circunstancias unas veces; otras, con cierta indiferencia, como algo que no nos afectaba directamente.

Pero qué distinto es decir "El marido, padre, hijo de ... tiene cáncer". O leer en la prensa: "Tantos miles de personas mueren víctimas de esta enfermedad".
"Cada año se diagnostican ciento no sé cuántos mil casos..."
Qué distinto es todo eso a pensar, decir y saber : 
"Tengo cáncer".


Y me siento entonces muy cercana a cada uno de estos seres que, como yo, han vivido una misma e intensa experiencia.

Por encima de la distancia, tendemos invisibles puentes de dolor a dolor.
Por encima de la aparente indiferencia de un mundo que sigue su curso, nosotros nos sentimos cercanos: compartimos una misma experiencia, siendo al mismo tiempo cada una diferente.


Porque solo nosotros sabemos qué se siente, cómo se sufre...

3. Estadio IV

Cuando leí el informe médico aparecía, entre otros, un concepto desconocido para mí:
 Estadio IV.
Lo busqué en un manual de Medicina y entonces me enteré de que los tumores se clasifican en estadios, según su tamaño y el grado de afectación en otras partes del organismo, de menor —Estadio I— a mayor gravedad.


4. Llanto.

El llanto es una forma de expresión.

Puede ser elemental; puede ser sublime.

Tan necesario como reír, tan importante como sentir.
Una necesidad básica que, por causas diversas, tantas veces no se ve satisfecha; aún más, a veces, se reprime, se evita, como signo de debilidad...

El llanto que no ha podido seguir su cauce se queda remansado en algún rincón de nuestro ser.

Puede llegar a acumularse una enorme cantidad;
 hasta que un día —sin aparente causa que lo justifique— 
se desborda y no hay nada que pueda detenerlo.

Normalmente, el llanto se materializa en lágrimas.

Lágrimas que son emociones, angustia, miedo, ternura, palabras oxidadas por el tiempo, alegría, recuerdos, sentimientos inefables...


El llanto que no se ve es el más profundo.

No se le pueden pedir explicaciones. 

A quien llora, tampoco.

Cada llanto es diferente al resto. Puede ser uno de los actos más plenamente humanos, más dignos y solemnes.

Dios es el que mejor comprende este lenguaje.
Con Él puedes liberar tu llanto hasta la última lágrima - emoción. El Único que comprende, perfecta y plenamente, el miedo irracional, la angustia "injustificada" y cualquier sentimiento.

Si alguien quiere aprender de Dios, pienso que es relativamente fácil.
Cuando una persona llora, solo hay que hacer una cosa:


 DEJARLA LLORAR,
a fondo, hasta el final...




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