sábado, 12 de julio de 2014

TIEMPO DE OPORTUNIDADES.
Copio artículo publicado esta semana en el diario de mayor difusión de Asturias, escrito por Covadonga Cañal, a la que conocéis por una foto del mes pasado.

Mujer simpática, optimista, madre de familia numerosa.
Sus reflexiones son interesantes 
Y
ENERGIZANTES.


FAMILIA, ABIERTO EN VACACIONES

Por fin cerramos la última maleta. ¡Todo un logro! Y lo que aún es más complicado, cerramos el maletero del coche con todo dentro. Respiramos profundamente y nos ponemos en marcha. ¡Ya estamos de vacaciones! De repente, nos invade la duda de si se nos olvida algo… ¡o alguien! Siempre hay un hijo algo despistado… Lo hemos preparado todo desde hace unos días, pero lo que quizás no hayamos preparado son las vacaciones.

Es importante que notemos el cambio del tiempo escolar al estival, por lo que habrá que flexibilizar horarios, cambiar de escenario si se puede, hacer otra serie de cosas que durante el resto del año no hay momento para ello,… Pero no por eso debemos caer en la abolición de las normas familiares, el caos por forma de vida y la falta de control de los planes de nuestros hijos y hacer un paréntesis en nuestra relación con Dios.
Es tiempo de vacaciones y es tiempo de oportunidades.

Es tiempo para FORTALECER LOS LAZOS FAMILIARES.

Podemos pasar más tiempo con nuestros hijos. Es lo que más desean. Que les
escuchemos, valoremos sus opiniones, conozcamos sus ilusiones y sus sueños podamos ayudarles y tenderles una mano. Esto no se logra fácilmente. Se necesita tiempo, mucho tiempo… de pasear, jugar al fútbol o a las cartas, de ir en bicicleta o simplemente a la compra. Hay que tender muchos puentes para que cuando ellos quieran contar con nosotros, sepan que estamos ahí. Que nos vean como un “abierto en vacaciones” ya que durante el curso, esta cercanía es más difícil.

El verano proporciona a los hijos adolescentes, especialmente a ellos, oportunidades de grandes cambios. Y nosotros, según nuestra actitud, podemos hacer que sean positivos o permanecer como espectadores, y encontrarnos a la vuelta de vacaciones, con que nos hemos traído al hijo de vecino, porque el nuestro no era así.

Hemos de organizar planes todos juntos atendiendo a los gustos, necesidades, edades de cada uno. Y procurar implicar a todos para que participen con más interés. Han de comprender que las vacaciones son familiares. A la vez, han de tener libertad para montar sus planes con amigos, sin perder nunca nosotros el punto de mira, hablando con ellos para que nos cuenten con quién han ido, qué han hecho,… más o menos… si es que no lo sabemos ya de antemano.

Si hay oportunidad, es muy bueno compartir días de descanso con abuelos, primos,… El estar pendientes de sus batallitas nos hace ser más generosos, a nosotros y a nuestros hijos. Esto supone en esfuerzo extra en la convivencia, pero resulta muy enriquecedor y educativo. Hay que relajarse un poco para evitar roces, ser muy comprensivo, sin ceder en nuestros principios fundamentales como familia.

Tiempo de educar.

Durante el curso solemos ir con prisas, mirando el reloj:
 para levantarse, para desayunar, para no perder el autobús, para hacer los deberes, para lavarse los dientes, para ir a la cama pronto que mañana se madruga… Siempre igual.  
En vacaciones, quizás haya más tiempo para reñir, porque estamos todos en casa, pero por lo menos, lo haremos más relajados, ¡sin mirar el reloj!
Aunque desconectemos del stress del curso, no podemos perder todo lo logrado durante el mismo, con tanto esfuerzo como nos ha costado. Habremos mejorado todos como personas, crecido en algún que otro aspecto, adquirido o aumentado un poquito en alguna virtud, algún hábito bueno... (Puntualidad, orden, amabilidad...)
 No los perdamos. 
Llegar a septiembre y comenzar de cero, será muy costoso. Para ello, en casa, en la playa o en donde estemos, tendremos que organizar una serie de encargos para que todos se responsabilicen de algo, ayuden a los demás y nos sigamos sintiendo familia. Es bueno un pequeño horario para no perder el tiempo ni las vacaciones. El día es muy largo. Si nos organizamos, con flexibilidad, consensuando en la medida de lo posible y las situaciones, habrá tiempo para la playa, el deporte, los amigos, la siesta, una cañita,…y como no, para Dios.

Los campamentos suelen ser una buena opción educativa, sobre todo en aquellas fechas en los que los padres aún trabajan y los hijos ya gozan de sus vacaciones. Les  dan independencia, les ayuda a crecer en la responsabilidad y autonomía; favorece la socialización,… Sólo tenemos que poner atención en que el ideario de la actividad esté acorde con el de nuestra familia y que las personas que lo organicen, nos inspiren confianza. Lo demás, es secundario.

Para los más mayores, existen muchas actividades de voluntariado, campos de trabajo o similares, que les hacen salir un poquito de sí mismos. Y cuando vuelven, después de haber ido a “ayudar a otros”, se dan cuenta de que el favor se lo han hecho a ellos.

Tiempo para nosotros

¿Y por qué no? Hay que agenciárselas para lograr una escapadita romántica. Echar un poquito de imaginación y lograr pasar rato a solas el matrimonio. Está al alcance de todos los bolsillos. Sólo es cuestión de proponérselo. Si se puede hacer un viaje, fenomenal. Y si no, una cena. Y si no, una cañita. Y si no, una película en casa solos, pidiendo la tele esa noche, y el resto, a la cocina.
Y hablar: de cuando éramos novios, de lo que nos reíamos, de lo que nos enamoró el uno del otro, de las tonterías que hacíamos y volveríamos a hacer,… Y esto, hay procurar hacerlo durante todo el año

Se trata de fortalecer la unión del matrimonio. Eso beneficia al resto de la familia. Para que una familia funcione, antes tiene que funcionar el matrimonio.

Tiempo para Dios

Él no se toma vacaciones, ¡gracias a Dios! ¿Por qué nos vamos a olvidar nosotros de Él y hacer de nuestra vida de cristianos un curso académico, una obligación? Si nos mueve el amor que tenemos a Dios, si forma habitualmente parte de nuestra vida, no podemos guardarle entre naftalina con la ropa de invierno. El verano no es un tiempo muerto en nuestra fe. Allá donde vayamos, tendremos que saber que hay Misa los domingos o los sábados por la tarde. Aunque comamos en chiringuito de la playa, podremos seguir bendiciendo la comida. No hace falta hacerlo para la terraza entera, pero si nos ven, tampoco pasa nada y quizás se le recuerde a algún despistadillo. Si salimos por la noche, a la verbena del pueblo, lo mismo que no dejamos de lavarnos los dientes al acostarnos, podemos rezar las tres avemarías,… 
En fin, todas esas pequeñas cosas que nos hacen pensar a lo largo del día que somos hijos de Dios, incluso en verano.

Tiempo para ser feliz

“Quien necesite descansar de sus amores es que no sabe amar. El amor es el mejor descanso para el alma y el cuerpo” leía en una ocasión. Realmente, es el amor el que nos proporcionará esa felicidad que tanto ansiamos en esta vida. Pero que cuanto más nos esforzamos en buscarla, menos la logramos. Llegará cuando nos olvidemos de nuestra felicidad y nos dediquemos a conseguir que los demás la tengan. Si todos ponemos empeño en ello, pensando en lo que les gusta a los demás -sin olvidar que como cristianos, de la mano de Dios no nos faltará su ayuda-, podremos convertir nuestro verano en las mejores vacaciones de nuestra vida.
Jesús quiere venir con nosotros de vacaciones, al monte o a la playa.
 Y lo que es mejor,,,


¡no lleva maleta!

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