viernes, 31 de julio de 2015

ELEGANCIA.


Elegante.

(Del lat. elĕgans, -antis).

1. adj. Dotado de gracia, nobleza y sencillez.

2. adj. Airoso, bien proporcionado. Animal, estilo, movimiento elegante.

3. adj. Dicho de una persona: Que tiene buen gusto y distinción para vestir. 

4. adj. Dicho de una cosa o de un lugar: Que revela distinción, refinamiento y buen gusto. Muebles, zapatos elegantes. Barrio elegante.


Diccionario Real Academia española.



Copio algunas ideas que comparto con el autor:
Ricardo Yepes, profesor de Antropología.

http://www.almudi.org/38-recursos/virtudes/virtudes-humanas/morales/9780-la-elegancia-algo-mas-que-buenas-maneras?highlight=WyJlbGVnYW5jaWEiXQ==

Distingue dos actitudes: COMPOSTURA Y ELEGANCIA.
La segunda presupone la primera.


La compostura incluye en primer lugar limpieza.
 En segundo lugar contiene pulcritud, que es un aseo cuidadoso, el cuidado de la propia presencia, un estar la persona "compuesta" y preparada, en disposición de aparecer públicamente ante quien en cada caso corresponda. 
En tercer lugar compostura es orden, un saber estar que no se refiere sólo a la disposición material de objetos y vestidos, sino :
 moverse del modo conveniente,
 en el momento adecuado,
 y con los gestos adecuados.
Es decir, lo que suele entenderse por buenas maneras.
La educación en la elegancia comienza por la enseñanza de estos aspectos básicos incluidos en la compostura.
 Los niños difícilmente valoran su importancia, pero sin ella no se hacen aptos para ingresar en la vida social. 
La compostura implica pensar en los demás, no solo en el propio interés o comodidad.
Es un error corriente, que se pone de moda en determinadas épocas y personas , juzgar que todo esto es convención y artificio hipócrita, cuando en realidad constituye algo así como la civilización del instinto y de la espontaneidad por medio del rito y la costumbre, algo que constituye la base de toda educación y aprendizaje humanos. 
 Las buenas maneras son, en palabras de Kant, lo que "transforma la animalidad en humanidad".

Mantener la compostura exige cuidado, tiempo, arreglo en definitiva.
 Esto implica dedicarse atención,  ocuparse de uno mismo y de la propia apariencia. 
La persona compuesta tiene un centro que reúne lo disperso, una regla que mide y ordena, un sosiego nacido del estar dueña de sí.

La elegancia.
La compostura se limita más bien a "no desentonar". 
Para alcanzar la elegancia se requiere algo más:
 Desarrollar el gusto y el estilo.
Cultivar.
Con el fin de comprender un poco qué significa ser elegantes, lo más práctico es analizar los requisitos o contenidos de esta cualidad que a todos nos gustaría tener. 
Lo más inmediato y obvio es que ser elegante significa tener buen gusto.
Pero
 ¿qué es el buen gusto?
Ante todo, como nos enseñan Baltasar Gracián y H. Gadamer, es una 
capacidad de discernimiento espiritual que nos lleva no sólo a "reconocer como bella tal o cual cosa que es efectivamente bella, sino también a tener puesta la mirada en un todo con el que debe concordar cuanto sea bello".
Se trata por tanto de una capacidad que permite afirmar las realidades "gustadas" como "bonitas" o "feas". Pero decir "esto es bonito" o "esto es feo" sólo puede hacerse si "esto", particular y concreto (un vestido, un peinado o un jardín) se refiere a un todo frente al cual el objeto juzgado queda "iluminado" y descubierto como "adecuado" o "inadecuado".
 El buen gusto es pues "un modo de conocer", un cierto sentido de la belleza o fealdad de las cosas.
 Se aplica a la naturaleza o al arte, a todo el ámbito de las costumbres, conveniencias, conductas y obras humanas, e incluso a las personas mismas.
 Y desde luego no es algo innato, sino que depende del cultivo espiritual de la educación y la sensibilidad que cada uno haya adquirido o vaya adquiriendo
Lógica y afortunadamente, no existe una regla fija que determine qué es de buen y mal gusto.
 Lo que sabemos es que el buen gusto mantiene la mesura, el orden, incluso dentro de la moda, a la que lleva a su mejor excelencia, sin seguir a ciegas sus exigencias cambiantes, sino más bien encontrando en ella la manera de mantener el estilo personal.

La idea del buen gusto nos lleva a la segunda nota de la elegancia
la distinción.
 Lo distinguido se opone a lo vulgar, a lo zafio, que tiene ya connotaciones de cierto desaliño y suciedad. Distinguido es lo que sobresale, lo elevado, lo señorial.
 La persona humana tiende de por sí a moverse hacia lo alto: le gusta volar, soñar, subir, despegarse del peso de la materia y sentirse ingrávida y espiritual, despegada, libre en definitiva. 
Claro está que algunas personas tienen una belleza natural, física, que apenas necesita aliños para ser elegante: su porte, su andar, tienen ya una forma naturalmente distinguida y bien proporcionada, hermosa. Estas personas, si tienen buen gusto y son elegantes, pueden llegar a enriquecer su ya natural belleza hasta un esplendor que a las demás les suele estar vedado por su inferior disposición natural.
AHORA AÑADO yo una cita de Helena Rubinstein:

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"No existen mujeres guapas o feas, sino mujeres arregladas o sin arreglar."

Me permito matizar que hay:
Mujeres guapas arregladas.
Mujeres guapas poco o nada arregladas.
Y lo mismo en el caso de las poco agraciadas.

Y LO EN LO QUE SE REFIERE A LOS HOMBRES, 
POR SUPUESTO.




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