Generalmente las enfermedades de largo recorrido repercuten en la sicología de quien las padece.
Lo mismo ocurre con los tratamientos.
En el caso concreto del cáncer y la quimioterapia, ese coste es tan real como los efectos colaterales físicos.
Somos cuerpo y alma, materia y espíritu, biología y emociones, afectividad...
Todo está conectado.
Cada persona acusará los efectos secundarios - tanto físicos como sicológicos- en un grado, de un modo diferente...
Normalmente los médicos advierten acerca de la posible aparición de los primeros, pero no tanto de los segundos.
En mi caso - y en otros que he ido conociendo-, he ido notando cambios y luego me he informado.
En concreto: falta de concentración, cierta irritabilidad, pérdida de interés...
Hace quince años, con el proceso del tumor primario, ya los experimenté.
La debilidad física suele ir unida a la sicológica y mental.
El malestar genera inquietud, zozobra interior, conciencia de vulnerabilidad...
Con el paso del tiempo y de la recuperación, fui volviendo a mi estado habitual.
Lo comento porque, aunque habitualmente tengo mucha paz...
ni soy
ni pretendo ser una
súper- mujer.
Sufro algún "bajón", que, gracias a Dios, son de corta duración.
Intento afrontar estas situaciones como algo natural:
forman parte del proceso, es inevitable atravesar desiertos...
pero hay que intentar seguir caminando, aunque sea
muy despacito.
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