lunes, 15 de diciembre de 2014

VALORAR Y FORTALECER NUESTRA IDENTIDAD.

Con defectos y limitaciones, vivimos en una civilización basada en principios fundamentales que hacen posible la convivencia.
Principios que nos parecen elementales, pero que son fruto de conquistas conseguidas a lo largo - algunas- de siglos.
Hemos recibido un patrimonio y es deber nuestro protegerlo, mejorarlo y transmitirlo.

Con hechos, más que con palabras, que también son necesarias.
Es evidente que estos principios a veces no son respetados, con el consiguiente deterioro de la propia persona que los conculca y, cuando se generalizan, de una sociedad.

Lo importante es aislar esos virus e intentar evitar el contagio.

El hecho de que haya focos de infección, incluso aunque sean grandes, no justifica dar la batalla por perdida.
En medio de ellos hay muchas personas buenas, honestas...; muchos colectivos e instituciones trabajando por el bien común, innumerables padres y madres de familia, médicos, profesores, policías... estupendos.
 Incluso...

políticos.
¡¡Sí!! también hay políticos honrados...

No hacen ruido, porque el BIEN suele ser silencioso.
Dentro de cada uno de nosotros hay un héroe y un villano, un ser que se debate entre el bien y el mal, la mezquindad o la generosidad...
En la medida en que luchamos, va ganando terreno lo bueno y vamos provocando un contagio saludable:
una epidemia de paz y alegría, de generosidad y honestidad...


Hace unos días os comentaba mi preocupación - que es la de muchos- por el avance de un sistema que pretende imponerse mediante el terror, la violencia y la muerte.
Me preguntaba a mí misma y preguntaba:
"¿Qué podemos hacer?"

Lógicamente, la respuesta depende del nivel de responsabilidad que a cada uno competa: si es miembro del gobierno de la nación o de un cuerpo policial, periodista...

Los ciudadanos "normales y corrientes" también podemos colaborar.
Una forma es la de VALORAR Y FORTALECER NUESTRA IDENTIDAD.
La identidad de un pueblo civilizado, que intenta respetar el orden - en sus diferentes ámbitos-, la dignidad de cada persona en todas las etapas de la vida, la igualdad del hombre y la mujer, etc., etc.
Gran parte de estos valores forman parte de la herencia recibida del cristianismo: 
Por ejemplo,  el perdón (considerado en algunas latitudes como signo de debilidad).
Sin duda se trata de una lucha desigual... 
aparentemente,
porque el Bien siempre vencerá al Mal, aunque sea una victoria moral.

Estas reflexiones requerirían ser matizadas y completadas, por supuesto:
se trata de un tema apasionante y con muchas aristas.
Ahora solo pretendo, desde esta humilde plataforma bloguera, reivindicar
 la esperanza en la persona, en cada uno de nosotros, en tantas y tantas personas que han sido, son y serán, pilar y referentes de nuestra
 civilización occidental y de nuestra cultura.








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