viernes, 6 de diciembre de 2013

PRIMERA LLAVE.

1.  Mujer joven que aspira a la estabilidad personal y profesional. Tras arduo esfuerzo, consigue un trabajo que puede considerarse bueno. Los primeros años hace un derroche de energía y entusiasmo.
Piensa que hay muchas cosas que mejorar y emprende múltiples batallas con este objetivo: el mundo tiene que cambiar. Los demás tienen que cambiar.
Vive en casi permanente insatisfacción, pensando: "Cuando esto se solucione..." "En el momento en que logre..." "Si estos compañeros hiciesen como yo..." " Si la sociedad..."
La parte positiva es que no se conforma con lo ya conseguido: voluntariosa, pretende hacer muchas cosas y hacerlas bien. 
 La negativa, es que le genera ansiedad.
Además, a veces no es oportuna:
si se le mete una cosa en la cabeza, sea el momento adecuado o no, ¡allá que va...! y, claro...a casi nadie nos gusta que nos "avasallen" o que nos den órdenes, aunque sea de forma educada.
Pasados unos años, cuando la decepción era grande, pensó que lo mejor sería cambiar de trabajo.
Hizo gestiones, cursos para "redefinir y reorientar su perfil profesional"...
Efectivamente, pasó a desempeñar otro trabajo, que tenía ventajas respecto al anterior, pero...no tenía garantía de estabilidad y, además, era bastante estresante.
En otras facetas de su vida tampoco se encontraba plenamente satisfecha: parecía que siempre faltaba "algo" o que los demás no la valoraban o era ella la que no se sentía apreciada o...
¡Siempre había algún motivo...!
El caso es que habitualmente estaba nerviosa, con prisas, con sensación de no poder con la vida y con tantas cosas... 
Desbordada, en una palabra.

2. Adolescente rebelde con sus padres, desagradecida, dando poco y reclamando mucho...

3. Estudiante con una vida más o menos tranquila. En el tema religioso, se limita a cumplir lo mínimo. No experimenta especial fervor. Se mantiene un término medio, sin sobresaltos.
El sobresalto llega cuando, a los 18 años, se plantea la posibilidad de que, a lo mejor, Dios quiere algo más de ella. Concretamente, su vida, libertad, posibilidades de futuro...
Ella piensa que no. En todo caso, más adelante, después de haber viajado, tenido experiencias...
Pero, no sabe bien cómo, ¡ganó Dios!
Para conocerlo mejor, estaba claro que debía tratarlo más y mejor; o sea, REZAR, hablar con Él...
Y esto le costaba bastante. Lo veía como obligaciones que le restaban tiempo que poder dedicar a otras actividades más productivas o placenteras.

 ¿Quiénes son estas tres personas?
La 1 soy yo.
La 2 y la 3, también.
¿Y qué pasó después?
- A los 22 años me diagnosticaron una enfermedad autoinmune crónica, que me cambiaba la vida.
Estuve ingresada un mes y sali del hospital con dos recomendaciones fundamentales: no sol y no estrés.
- Cuando se me pasó el susto, volví a las andadas y, a los 30 años, me diagnosticaron un brote de esa enfermedad.
- Tras una prolongada baja, en la que seguía recibiendo tratamiento, me recuperé y nuevamente empecé a entrar en la espiral de activismo y, lógicamente, cansancio.

Paradójicamente, cuando más paz tenía era cuando estaba ingresada. Aún recuerdo al médico preguntándome: "¿Cómo estás?" Yo respondí: "¡Contenta...!" Y él, a su vez, con gesto escèptico: "No me lo creo...."
¡¡No me extraña!! Pero yo tenía un arma secreta. Aquellas obligaciones costosas que - desde hacía años-  me suponían rezar, tratar a Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo... El estudio para conocer mejor la doctrina de la Iglesia. El luchar por alcanzar y afianzar virtudes y hacer el Bien... 
se habían convertido en un depósito que me abastecía de paz, conformidad y ¡ALEGRÍA!
Sí; porque había leido y meditado la vida de Jesús durante años y había ido comprendiendo - de forma imperfecta y limitada- LO IMPORTANTE QUE ES ACEPTAR EL SUFRIMIENTO. NO solo tolerarlo como algo irremediable.
El sufrimiento es algo desagradable y generalmente tendemos a ¡¡¡HUIR!!!
A Jesús también le horrorizaba y por eso SUDÓ SANGRE, literalmente, y le pidió a su Padre que si fuera posible le ahorrase todo aquel espanto y odio que le aguardaba.
Pero LO ACEPTÓ. Aún costándole muchísimo, aceptó la acusación injusta, insultos, golpes, la corona de espinas, los tremendos latigazos, cargar con una cruz malherido y, finalmente, que le clavaran una muñeca, otra muñeca, un pie, otro pie y, que le suspendieran en una cruz, desgarrando sus músculos, tendones, provocándole asfixia...
¡Horroroso y, a un tiempo GRANDIOSO!, porque - aunque no acabemos de entenderlo la mayoría de nosotros- LO HIZO por ti y por mí, por los que le siguen insultando, por los que HOY le desprecian y se burlan y a lo largo de los siglos. También por los indiferentes que viven como si Dios no existiera.

Es un MISTERIO que cada uno puede ir descubriendo: 
coger un Nuevo Testamento y leer el relato que hace cada uno de los cuatro evangelistas. Leer y meditar; leer y contemplar; leer y descubrir que es algo que conecta con MI vida, mis preocupaciones... Con la vida de mi familia, con las penas e incomprensiones que cada uno sufre. Y así un día y otro y otro... unos minutos cada jornada.
Cada vez descubriremos algo nuevo. Y, si parece que no hay tal descubrimiento, algo va calando en la profundidad del alma.

Todo esto lo volví a comprobar cuando, a los 41 años, me diagnosticaron un carcinoma de mama estadio IV (el más alto) y metástasis. Lo pasé fatal con la químio, la radio, las intervenciones...
Pero TENÍA PAZ, estaba contenta.
A lo largo de los años había intentado mantener lleno el DEPÓSITO DE LA FE y la Fe me sostenía.

Y, por último, a los 54 años, con una metástasis y un pronóstico "incierto" nuevamente compruebo que estoy viviendo una de las épocas MÁS GOZOSAS DE MI VIDA, con una paz increíble, valoro mucho más lo que tengo, disfruto como nadie...
Y, cuando me duelen los pies (efecto secundario químio), pienso en los pies descalzos y ensangrentados de Jesús y entonces es diferente. 
Y, cuando las manos me arden, aumque por fuera solo se aprecie rojez y sequedad, imagino las manos de Jesús y le ofrezco estas molestias.

Y Él me mira con cariño, agradecido, porque quiero ayudarle a llevar la Cruz y, después, también como Él, 
VIVIR 
PARA 
SIEMPRE.


No hay comentarios:

Publicar un comentario